Tras la reedición del libro "Rancière. El presupuesto de la igualdad en la política y la estética":

Prof. Federico Galende: "Hoy estamos cambiando nuestras formas de relacionarnos"

Prof. Galende: "Hoy estamos cambiando las formas de relacionarnos"

Publicada por Eterna Cadencia, la reedición del libro de ensayo Rancière. El presupuesto de la igualdad en la política y la estética -escrito en el 2011 y que tuvo su presentación en un conversatorio el pasado 14 de diciembre en el Fondo de Cultura Económica- es un texto que retoma el tema del pueblo y la puesta en común de las formas de experimentación que son singulares, aportando a este dilema nuevas preguntas.

Desde el pensamiento del destacado filósofo francés Jacques Rancière, este libro se enfoca en el carácter performático que subyace a las prácticas, las palabras y las teorías en lo que respecta a la construcción de comunidades sensibles y al modo particular en que los seres se transmiten unos a otros la actualización de sus capacidades y el contagio de las potencias.

“El libro se refiere a la capacidad autónoma que los propios pueblos muestran a la hora de transformar sus modos de vincularse. En ese sentido, el texto no es sobre estas sublevaciones, sino sobre las posibilidades que tiene la filosofía de participar en la producción de nuevas comunidades entre formas de pensamiento", señaló sobre esta publicación el profesor Galende, agregando que esta obra busca colaborar con los diversos modos del pensamiento de lo común.

  • ¿De dónde viene su interés por estudiar y hacer una lectura de los planteamientos de Rancière?

La verdad es que yo no me había interesado nunca mucho por Rancière -se trató de un libro que me propusieron que escribiera-, pero leyéndolo y recorriendo su obra encontré que había asuntos que me importaban mucho y que estaban tratados de una manera con la que coincidía. Mi problema sigue siendo más bien el de pensar las poéticas y las estéticas no como formas desarrolladas al interior de una realidad preconstituída, sino como dispositivos de producción de esta misma realidad. En este aspecto, más que un libro sobre Rancière, es una obra que escribí para tratar de poner en relación las prácticas colectivas de los pueblos (y lo que Rancière llamaría “los supuestos incapaces”) desde la política, la literatura y el arte. Sigue siendo necesario, desde esta perspectiva, seguir leyendo los procesos que venían teniendo lugar desde comienzos de este siglo y que tuvieron que ver con el modo en que las multitudes salieron a las calles y construyeron formas performáticas que estuvieron a la base de la producción de nuevos espacios y de nuevas comunidades. Lo que importa no es lo que nos cuentan sobre lo que significa la palabra democracia, lo que importa es cómo la democracia (que es una forma de pensamiento, una forma de sociedad, como diría Lefort) es construída desde estos gestos cotidianos y por lo general invisibilizados. Naturalmente, hay que poder escapar de una democracia meramente nominal y comprada por las grandes corporaciones trasnacionales. No es un asunto menor: queremos que las democracias se parezcan lo más posible a los pueblos que ha luchado históricamente por ellas.

  • ¿Cómo cree usted que se puede interpretar a este autor y este libro en la actualidad, después del 18 de octubre?

El 18 de octubre es una fecha, un número. Este número está epocado, claro, nace señalando un gran momento de quiebre. Pero me parece que hay mucho trabajo detrás, sin ir más lejos, el de los movimientos feministas, que logran derrocar la amarga soberanía de los discursos amos. No de este o aquel discurso amo en particular, sino del discurso mismo como lugar del amo. Y esto trae complicaciones, desafíos, temas que hay que volver a discutir. Son prácticas de sublevación y de transformación que encuentran en Rancière un modo de interrogar la filosofía. Creo que efectivamente un libro sobre Rancière –incluso 10 años después de que lo escribiera– tiene en este momento una crucial actualidad. A la vez, no tiene nada de actual escribir sobre un filósofo consagrado. Así que en todo hay siempre una paradoja. Y bueno, porque no probar con la paradoja, con el arte de contradecirse. Esto afecta a la universidad, que llama cada vez más al encierro, la especialización y la coherencia interna. Bueno, poner en tensión la universidad es buscar otros modos de hablar, alterar el mundo de las formas.

  • En una entrevista que le hicieron hace unos meses usted señalaba que este proceso es una sublevación más que una revolución. ¿Qué significa en concreto esta distinción?

Considero que el relato de la revolución es un relato de la modernidad. Pertenece a un modo de concepción de la historia que tiene un origen y un final. De alguna manera, ese final de la revolución fue totalmente realizado y consumado por el neoliberalismo. En Chile, hubo una revolución en los años ’80, donde se instaló finalmente un laboratorio neoliberal con todas las consecuencias que ese laboratorio, horrendo e injusto por donde se lo mire, nos está poniendo ante los ojos. En cambio, las sublevaciones tienen que ver con apariciones repentinas de anónimos que transforman y que modifican la historia, pero no de una forma lineal. Es decir, no estamos asistiendo a la producción de un determinado fin en estos días. Lo que estamos presenciando es, más bien, una mutación a un movimiento de la realidad política tal como está a la vista, pero que por supuesto no podemos saber hacia dónde se dirige o cómo va a ser institucionalizada. La palabra sublevación me parece más prudente para hablar de lo que está ocurriendo. Y con toda probabilidad me equivoque, no sé, en tal caso a mi el trabajo de la filosofía no me importa en relación a un fin que se deba alcanzar. No creo que sea ese un problema de la filosofía.

  • En ese contexto, ¿cómo esa sublevación puede finalmente provocar el cambio que la ciudadanía está pidiendo en las calles?

No tengo la más mínima idea. Uno piensa en términos filosóficos precisamente porque no cuenta con recetas. Veo los cambios como mutaciones, transformaciones, que a veces son imperceptibles. En el caso de Rancière, en eso consiste justamente la política, en una transformación permanente de los regímenes de sensibilidad. Puede o no tener una articulación o una institucionalidad. Pero a pesar de que no la tuviera, hay una transformación en el modo en el que nos relacionamos. Lo que está pasando en estos días es que estamos cambiando nuestras maneras de estar juntos. Eso es un cambio profundamente político, aun cuando ninguna institucionalidad dé cuenta de ello.

Federico Galende (Rosario, 1965) es investigador, escritor y teórico. Doctor en Filosofía y académico del Departamento de Teoría de las Artes de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile. Ha publicado, entre otros libros, Filtraciones. Conversaciones sobre el arte en Chile (2019), Historia de mis pies (2018), Jacques Rancière. El presupuesto de la igualdad en la estética y la política (2012), Modos de producción. Sobre arte y trabajo (2011) y Walter Benjamin y la destrucción (2009).

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