En encuentro con estudiantes:

Juan Radrigán: "Mis galvanos los voy a vender en el persa"

Juan Radrigán: "Mis galvanos los voy a vender en el persa"

Invitado por el Director de la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile, profesor José Pineda, el destacado dramaturgo nacional y ex candidato al Premio Nacional de Artes de la Representación 2007, Juan Radrigán, asistió a la clase Historia del Teatro Chileno, impartida por el profesor Pineda para los estudiantes de primer año de actuación y diseño teatral, los que repletaron la sala 40 de la sede Pedro de la Barra de la Facultad de Artes.

Por más de una hora, el autor de Testimonios de las muertes de Sabina sostuvo un interesante diálogo con los estudiantes, el que fue moderado por el Director José Pineda. En la ocasión, Radrigán habló de su vida y obra, se refirió a la dramaturgia en tiempos de dictadura y realizó descargos contra los responsables del controversial Maletín Literario, proyecto a cargo del Ministerio de Educación y la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, señalando que se encuentra "indignado, porque en el Maletín no pusieron nada de teatro, lo miran como un arte menor, como si no existiera".

Ante la pregunta del Profesor Pineda, referente a si el dramaturgo se considera un escritor de izquierda, contestatario o producto del régimen militar, Juan Radrigán señaló: "en lo personal soy ultra, ya que soy más allá de la izquierda, pero escribiendo no, ya que trato de no banderizarme políticamente, pero se me nota igual. Trato de no mezclar mucho, aunque los de derecha me consideren contestatario, pero o que pasa, es que esas personas no han leído mis últimas obras, ya que mi trabajo se puede dividir en dos períodos, uno muy político y otro donde me pongo más reflexivo, yo creo que por la edad".

"Con el paso del tiempo me puse más temeroso, no de la política, sino que de otras cosas. Uno comienza a pensar en lo que hizo y sobre todo en lo que dejó de hacer, si lo hizo bien o mal, como un recuento. Eso se ve reflejado en este segundo período de mi vida, donde mis obras obedecen a un recuento y donde por ejemplo está incluido el texto "Beckett y Godoy", donde hablo de la muerte y de la escritura", explica Radrigán, quien agrega: "Si algo atraviesa lo que he escrito, es la ausencia de hogar, la necesidad de un espacio donde vivir, donde no te saque nadie. La necesidad de ese espacio es el anhelo de mis personajes y ese es el tema central de mis obras".

Mientras se dirigía a los estudiantes, el dramaturgo fue interrumpido por un golpe en la puerta, al que respondió con un tímido grito: "nos fuimos", lo que causó la risa de los asistentes, dejando entrever el característico sentido del humor y la lucidez que conserva este escritor de setenta años.

La autocensura en dictadura

Tras explorar a través de diversos géneros literarios, como la narrativa, poesía y el ensayo, en 1979 se estrenó la primera obra teatral de Juan Radrigán, titulada "Testimonios de las muertes de Sabina".

"Como en ningún período hemos ganado plata con el teatro, entonces al menos podíamos hacer lo que queríamos y decir lo que sentíamos. Nunca he peleado mucho con los directores, pero en ese período teníamos conversaciones que tenían visos de pelea, pero eran conversaciones que principalmente tenían relación con concesiones", explica Juan Radrigán, quien agrega que "había una autocensura por parte de los directores de teatro, ya que eran más temerosos que nosotros, porque tenían mucho más que perder".

En 1980, Radrigán se integró a una cooperativa, la Compañía de Teatro Popular El Telón, con los que viajó invitado a festivales teatrales de Europa y Latinoamérica. A su vez, presentaban sus obras en canchas de fútbol, sedes vecinales y gimnasios municipales, con una excelente acogida del público poblacional.

"Trabajé doce años con la Compañía de Teatro Popular El Telón, y por eso yo tuve esa especie de suerte, porque todo lo que yo escribía lo montaba con ellos, inmediatamente y sin más que hablar. Al interior de la Compañía teníamos algo que a mí me gusta mucho y que se repite hoy en el teatro joven, y es que lo hacen sin un veinte, a pulso, sin pensar en proyectos ni en nada, y eso me encanta del teatro de los jóvenes", el escritor agrega: "Nosotros trabajábamos así, nunca tuvimos financiamiento y parece que ni existía el Fondart en esa época, aunque de todos modos no nos iban a dar ningún fondo, ya que hubiese sido una estupidez que ellos, los militares, nos financien para que le dijéramos cosas a ellos mismos y por eso no nos molestábamos en pedir".

"Nosotros nunca fuimos a esa famosa comisión donde los militares aprobaban o no una obra para darle una reducción de impuestos, porque parece que a esas alturas de la dictadura se había retirado el único milico que sabía leer. Lo que pasa, es que los militares, como son infinitamente brutos, piensan que el teatro no es peligroso, pensaban que era muy elitista y que llegaba a muy poca gente y que era mejor no molestarlos (a los dramaturgos), que molestarlos", explica Juan Radrigán.

"Hay muchos mitos en torno al teatro en época de dictadura, ya que hay gente que dice que me persiguieron y eso, la mayoría de las veces es mentira, porque yo no supe mucho de alguien perseguido por lo que hacía en el ámbito teatral. Principalmente si alguien cayó, fue por pertenecer a un partido político, y yo sé que pudimos haber hecho muchísimo más de lo que hicimos, porque no llegamos hasta donde ellos esperaban", señala el autor de La Contienda Humana.

El deseado Premio Nacional de Artes de la Representación

"Al final de cada una de las cerca de treinta y seis obras que he escrito, he tenido una gran satisfacción, así también como en el proceso de ellas. Me lo paso muy bien en el teatro, es un gran quehacer para mí, desde que comenzábamos a leer la obra hasta que la estrenábamos. Tengo galvanos como para llenar una pieza, pero esos los voy a vender en el persa al final de mi vida, porque no sirven de muchos", explica Juan Radrigán.

Consultado por el profesor José Pineda sobre cuál es el premio que le falta recibir, el dramaturgo señala: "Ni siquiera sé muy bien cómo se llama, porque hay un Premio Nacional de Literatura que es para los escritores y se supone que hay otro para el teatro,  que es el de Arte, pero ese último nunca me lo van a dar, porque los de literatura dicen que el premio me lo tienen que dar los de teatro y los de teatro dicen que me lo tienen que dar los de literatura. Entonces decidí olvidarme mejor", señala Radrigán.

Sobre su postulación al Premio Nacional de Arte 2007, que finalmente recayó en el director y dramaturgo chileno, Gustavo Meza, Juan Radrigán explica: "Tengo una hija que estaba empecinada en que me dieran el premio. Se encargó de hacer todas las cosas, recaudó cartas e hizo todo eso, y finalmente nos dijeron que nunca me lo iban a dar porque según ellos, los que tenían que otorgármelo eran los escritores".

Sus obras

Las obras teatrales de Juan Radrigán hablan de la marginalidad social, asociadas al contexto político, económico y cultural de la dictadura militar chilena. Radrigán se distingue por ser el primero en convertir a marginados sociales en personajes principales y únicos dentro del espacio dramatúrgico de sus obras, prescindiendo, incluso, de grandes escenografías con la intención de poder montarlas en distintos espacios populares.

"Es muy frustrante cuando me preguntan en qué me inspiré al escribir Las Brutas o cómo fue que comencé a escribirla, y esto se lo he respondido a los que me preguntan, para que vean lo inútil que es andar preguntándole al autor. Lo que me ayudó a escribir Las Brutas, junto con todo lo terrible, era la vida de una actriz norteamericana del año de la cocoa que se llamaba Mae West. Ella era una mujer que se negaba a envejecer, pero era una lucha perdida, porque la cara se le caía igual a pedazos", explica Juan Radrigán.

"He tratado de incursionar en la comedia, pero siempre me voy a la tragedia. Una vez escribí una obra que se llamó Made in Chile, y yo suponía que era lo más graciosa, pero no era, además, la comedia es una tragedia rehuida", señala el dramaturgo.

Chascarros

Un incómodo momento vivió uno de los estudiantes que se encontraba al interior de la sala donde se llevaba a cabo el encuentro. Cuando el profesor José Pineda, Director de la Escuela de Teatro y encargado de guiar la charla, permitió a los asistentes realizar preguntas, uno de los jóvenes confundió el texto Hechos Consumados de Radrigán con Tres Tristes Tigres, obra que escribió el dramaturgo nacional Alejandro Sieveking en 1967 .

Para atenuar el bochorno del estudiante, rápidamente el dramaturgo le bajó el perfil a la situación y señaló: "Te confundiste con otra obra que no es mía, pero es muy buena esa que tu dices. Me hubiese gustado que fuese mía porque me gusta mucho"

Al término del encuentro y al ser consultado sobre la enseñanza de la dramaturgia en escuelas de teatro, Juan Radrigán señaló: "la dramaturgia debiera ser un ramo, impartido en segundo y tercer año. En la mayoría de las escuelas de teatro hay dramaturgia y no sé porqué aquí, en la Universidad de Chile no hay". Ante la afirmación de Radrigán, el Director Pineda señaló: "es que somos diferentes".

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