Reconocimiento entregado desde el año 2004:

Susana González Armijo, "Mujer Generación Siglo XXI"

Susana González Armijo, "Mujer Generación Siglo XXI"

Cuesta que Susana González de entrevistas. Prefiere mantener un bajo perfil en lo que a ello se refiere, pero no duda en levantar la voz si siente y cree que es necesario. Desde el año 2005 dirige el Departamento de Artes Visuales de la Universidad de Chile, pero sus labores administrativas en esta unidad académica comenzaron hace quince años, cuando se hizo cargo de la Coordinación Docente de dicho Departamento.

Su decisión ha tenido costos, "como todo en la vida", dice, y agrega: "Yo no tengo presencia en el escena acreditada nacional. Quince años en la administración, preocupándome de las escobas, de los estudiantes que tienen problemas, de que funcionen los computadores, tiene un costo. Tengo reconocimiento internacional porque puedo hacer obras y enviarlas al extranjero, pero si a mí hoy me pidieran que llenara una sala con mi obra, no podría. ¡En qué momento la hago!".

Con su infaltable cigarrillo en la mano, Susana González cuenta que cuando le pidieron que enviara su currículo como una de las mujeres que habían sido postuladas al premio "Mujer Generación Siglo XXI" del año 2008, no se hizo muchas expectativas. Sin embargo, terminó junto a otras dieciocho mujeres recibiendo este reconocimiento, el que busca destacar el rol de la mujer al interior de la Universidad de Chile y valora la entrega laboral e intelectual hacia la institución, que contribuye al desarrollo del servicio educacional a través de un espíritu positivo y ejemplar.

"Una 'Mujer Generación Siglo XXI' es la que tiene puesta la camiseta de la Universidad y lucha por sus principios. Es una mujer que da pelea, una mujer que defiende los intereses de la Universidad, equivocados o no. Es una mujer que está, que lucha no por su trabajo, sino por la Universidad, aunque sea ideológicamente opuesto. Eso es lo valioso", explica enfática la académica y artista, que lleva toda una vida ligada a la Casa de Bello.

Profesora, ¿por qué cree usted que es necesario dar un reconocimiento especial a las mujeres de la Universidad?

Porque existe la discriminación. La Universidad de Chile, cuando se crea, busca ser la representación del país, el lugar del que saldrán sus mandatarios y las políticas con las que se va a dirigir la Nación. Para eso se creó la Universidad de Chile, y eso se ha ido perdiendo con el tiempo. El liderazgo es de hombres y, como no se reconoce el liderazgo de la mujer, hay que hacer un premio. No debiera crearse un premio para la mujer, pero hay que reconocer la destacada labor que realizan anónimamente, como en el hogar. Pero, qué reconocimientos hay para ellas, qué espacios se han creado desde que están siendo jefas de hogar para mejorar su calidad de vida. Las mujeres de hoy están peor que hace treinta años atrás. Antes, la mujer estaba en la casa, dirigía a los hijos y la familia. Hoy sigue con eso, pero sin presencia en la casa, y tiene que trabajar la triple jornada. ¿Qué oportunidad les da el Estado? Ganan menos en los mismos puestos de trabajo, pero son más responsables, más cumplidoras, más apasionadas. Y las mujeres siempre tienen que demostrar. Hace muchos años atrás conocí a una mujer veterinaria que ganó un concurso de veterinaria de fundo en el sur de Chile. Los campesinos se opusieron porque no iba a ser capaz, y ella dijo, soy capaz. ¡Y tuvo que capar un toro! Entonces, la Universidad tiene que abrir un espacio de reconocimiento para que esto empiece a ser latente y se analice el problema de género. ¿Qué mujer, que tiene su casa, puede ir a doctorarse cuatro años fuera del país? ¿Se va a quedar el hombre con los hijos cuidando la casa? ¡Y después se pide igualdad de condiciones en las calificaciones y las evaluaciones!

Ya que da el ejemplo de las veterinarias, ¿qué pasa en el área de las artes?

Yo creo que lo mismo. Además, en lo subterráneo, siempre se dice que las mujeres no son artistas porque el trabajo de la mujer está vinculado a la artesanía, la lencería y bordado a mano, la confección de mermelada, la cosa del cariño por los hijos. Ahí hay también un problema para la mujer artista, como en todos los planos de la intelectualidad. Desgraciadamente, las mujeres pintan como hombres, escriben como hombres y hacen arte como hombres, si bien es cierto que podemos indicar los casos distintos. Tendríamos que escribir, hacer arte y hablar desde la diversidad. Siempre he pensado que somos cerebros distintos, y no debe ser una confrontación, sino una unión. Entonces, tiene que haber por parte de los hombres un reconocimiento de las diferencias y cualidades de las mujeres, y viceversa. Si te fijas en la Presidenta de la República, puede uno estar de acuerdo con ella o no, te das cuenta que se la critica como mujer. A qué hombre le critican el corte de pelo o el terno. Y cuando la fotografiaron con traje de baño, ¿acaso lo hombres no se lo ponen también con tremendos vientres abultados? Se la critica y se dice, nunca más una mujer Presidenta, ¿y cuántos hombres que han dejado la escoba hemos tenido en la Presidencia? Todavía se habla de la primera mujer parlamentaria, Mariela Cruz, como Marie la loca. Existe estigmatización y demonización de la mujer en la política porque la mujer debería preocuparse de los niños y la familia.

Usted tiene toda una vida ligada al ámbito social y político, ¿también ha sentido esa estigmatización de sus pares hacia usted? ¿Le ha costado?

Lo que pasa es que no me interesa. Yo hago lo que tengo que hacer. Y claro, me ha costado, pero no por lo que hacen los demás, sino porque a mí me cuesta la toma de decisiones. No creo que las cosas sean blancas o negras, hay matices y uno tiene derecho a dudar, a equivocarse, pero también a corregir. En ese sentido me cuesta. Me acuerdo cuando asumí la Subdirección de Escuela sin saber qué era lo que tenía que hacer, y lo fui haciendo a medida de lo que yo creía que era lo correcto. Cuando me toca ser Directora, tuve que hablar con dos profesores que eran de excelente calidad e incuestionables en el plano de lo creativo, pero que no cumplían en la parte docente. Se les dio la oportunidad, no cumplieron y me tocó aplicar lo que ya había exigido a los Directores cuando estaba en la Subdirección de Escuela. Eso me costó, fue atroz cuando hubo que enfrentar a los estudiantes, dar cuenta y decirles qué tenía que hacer. Fue duro, pero se estableció un precedente en el sentido de que la ley pareja no es dura. Finalmente la gente entendió y los cambios fueron mejores porque ingresó por concurso el profesor Pablo Rivera y también Francisco Sanfuentes, quien hizo en menos de un año un tremendo trabajo en Extensión. Le di toda mi confianza, al igual que al profesor Arturo Cariceo para que hiciera la página web, porque un buen jefe es el sabe delegar. Entonces, el director o directora que venga, tiene un camino iniciado y yo estoy contenta por eso, porque lo que hice, lo hice con honestidad y transparencia.

¿Usted deja la Dirección del Departamento de Artes Visuales en mayo, cierto?

Sí, y me voy contenta. Ya voy a cumplir 60 años, y creo que hay un momento en que uno debe saber retirarse con dignidad. Eso sí, no me gustaría dejar de hacer clases porque a mí me encanta, y quiero volver a hacer docencia, no con la misma cantidad de horas porque ya estoy vieja y la fuerza no me acompaña. El ser revolucionaria es una cuestión biológica, de gente joven, los viejos empiezan a quedarse y transar. Por algo en el Ejército se retiran con 20 años de servicio. Lo que lamento es que la Universidad no tenga los mismos criterios que el Ejército. ¿Sabes?, yo creo en las utopías y voy a creer hasta el día en que me muera, o si no, qué sentido tendría la vida. Si el mundo ha cambiado, que no me cambie a mí. A mí me gusta acostarme, poner la cabeza en la almohada y dormir tranquila. Y cuando me levanto en la mañana, mirarme en el espejo sin vergüenza. Eso tiene un costo y yo lo asumo. Es como el costo de la libertad. Pero no lo digo desde el resentimiento. Yo no soy una persona resentida porque creo que uno ha ido ganando espacios.

"La cartera vencida" de Susana González

El reconocimiento obtenido por la Directora del Departamento de Artes Visuales no quedó sólo en la celebración de la ceremonia oficial. A poco andar, Susana González se enteró que tenía que escribir un ensayo en el que diera cuenta de su propia experiencia, texto que junto a los escritos por el resto de las homenajeadas, quedará plasmado en el libro Mujer Generación Siglo XXI que año a año han producido las nuevas integrantes.

La noticia la tomó desprevenida porque, según ella, no sabe escribir. "No soy cuentista ni novelista. Si hubiese tenido esa capacidad, hubiese estudiado literatura. Pero pienso que uno tiene vivencias que son interesantes de contar a otras mujeres para que sirvan de estímulo, como un impulso. Pensé que me iban a criticar el vocabulario, la composición, la estructura, y me compliqué mucho. Luego pensé, tengo que escribir como yo soy, como hablo, como ha sido mi vida y como he llegado acá", recuerda.

"La cartera vencida" es el nombre del ensayo de Susana González, en el que a través del significado que tiene la cartera para una mujer, va reconstruyendo su historia, desde esa primera carterita que tuvo de niña. "Empiezo a gestar la idea de la cartera porque las mujeres no podemos andar sin cartera. Incluso cuando hay que ir a la feria, llevamos chauchera. Además, se sabe lo que es una mujer por lo que lleva en ella", dice en el momento en que toma su pesada cartera y la pone sobre la mesa.

Susana González se considera una privilegiada porque proviene de un hogar proletario, con un padre que hizo hasta lo imposible por resguardar a sus seis hijos. "Mi padre alcanzó el segundo de preparatoria, y se preparó en el Sindicato. Un hombre brillante que tuvo que dedicarse a trabajar para criar a sus hijos. Entonces, tengo las vivencias de un hogar pobre y de todo lo que me fue costando en la vida. Si él estuviera vivo, estaría tan contento de lo que sembró, de lo que hizo. Y yo dije, tengo que hablar de eso porque hoy en día, ¿cuántos hijos de obrero están entrando a las universidades estatales?".

¿Que puedan pagar y no quedar con deudas?

Eso me alarma. Estudié en escuelas públicas, con precariedad y pobreza. En esa época se veía mucha gente a pata pela, mucha gente pobre, pero yo hago una diferencia entre la pobreza y la miseria. Había gente pobre, pero era digna. Hoy en día hay miseria, pobreza intelectual, fascismo cultural. Entonces, cómo uno va a estar conforme con eso. Fue mi opción tener una sola hija porque los hijos en Chile son de las mujeres, y porque la mujer, mientras más hijos, más pobre es. El sistema descansa en la explotación de mujeres y niños. Cómo voy a estar contenta, primero con la L.O.C.E. y ahora con esta L.G.E. No puedo estar contenta con eso porque no se le ha preguntado a los interesados. Por qué no se preguntó a la población, por qué se nombran mesas y mesas, comisiones y comisiones. A mí me duele. ¿De qué se queja la comunidad? De no ser consultada. Y es un error porque cuando se consulta y es un grupo el que lo hace, después se siente parte de ese trabajo. Pero cuando son cuestiones cupulares, la gente no se compromete. Cómo es posible que haya nueva constitución en Venezuela, en Bolivia y que aquí no se haya hecho eso. Esas cosas duelen y mientras duelan, yo voy a morir con las botas puestas.

O con la cartera al hombro.

Mi cartera pesa una enormidad. Tiene tres pares de lentes, pastillas para los huesos, para el insomnio, pastillas, pastillas. Entonces empiezo a hablar de la cartera y de la historia que llevo con esa cartera. Creo que están ocurriendo cosas ahora y que son buenas, Dios mediante porque soy creyente, es mi conflicto. Pero sabes, hay cinco millones de jóvenes que no votan. Yo creo que el que calla, otorga. El otro día un estudiante me preguntó por quién iba a votar. Yo le dije, ¿estás inscrito? No. Entonces no me preguntes porque quieres que esto siga igual. Quien calla, otorga. Quien no tiene una posición, no puede opinar. Recuerdo que a mi hija, cuando entró a estudiar a la universidad, le pregunté si se iba a inscribir en los registros electorales. Me dijo que no se iba a inscribir. Y yo le dije, nosotros luchamos en la clandestinidad y nos costó muchas vidas para poder tomar un lápiz y manifestar opinión. No me importa por quién votes, pero el derecho a voto en la mujer fue una lucha y tú lo estás desconociendo. Estás desconociendo la historia.

¿Qué le dijo?

Se inscribió, y hoy reconoce que estaba errada. Y hoy día trabaja, es ingeniero, y gana 30 por ciento menos que sus compañeros hombres. Y cuando quedó esperando a su hijo tuvo que renunciar por su embarazo. Es que todo el mundo tiene problemas en contratar mujeres porque se embarazan. Hay tanto de qué hablar. Creo que el día que los jóvenes se den cuenta del poder que tienen, las cosas van a cambiar. Es que no saben el poder que tienen con un lápiz.

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