Seleccionado en el I Concurso de Promoción del Archivo de la Cineteca Nacional:

Carlos Ossa: "No hay política sin imágenes"

Carlos Ossa: "No hay política sin imágenes"

Determinar si la Unidad Popular fue capaz de construir una cultura visual que se sostuviera en la noción de una visualidad militante es uno de los objetivos de Memorias en movimiento. Las batallas culturales de la Imagen en la Unidad Popular, investigación que el profesor Carlos Ossa realiza junto a Laura Lattanzi y Verónica Troncoso, esta última, académica del Departamento de Artes Visuales.

El proyecto fue seleccionado en el I Concurso de Promoción del Archivo de la Cineteca Nacional, el que busca impulsar la investigación de las colecciones patrimoniales allí conservadas para fomentar su difusión. En el marco de esta propuesta, se trata de imágenes cotidianas de la Unidad Popular que fueron repatriadas desde el Instituto Cubano del Arte y de la Industria Cinematográfica y del Deutsche Film-Aktiengesellschaft de Alemania; “metraje encontrado, material de descarte y filmaciones que están muy fragmentadas”, cuenta Carlos Ossa.

De allí que en esas imágenes “uno no vea necesariamente una intención y eso ayuda a separarte de una lectura inducida y focalizarte en los detalles, que están directamente vinculados con las culturas y las representaciones políticas de la época. Así hemos podido buscar las marcas del poder que lo visual dejó en lo cotidiano”, dice el prof. Ossa sobre esta investigación que finalizará en septiembre con un seminario y la publicación de un ensayo.

El análisis

“Creemos que durante la Unidad Popular, si no se llegó a construir propiamente una cultura visual, sí se construyó un género visual para poder narrar ese acontecimiento que no tenía imagen porque era demasiado inédito, porque emergía justamente de la lógica de su contexto”, explica el académico sobre una de las conclusiones a las que han llegado tras analizar esas imágenes que “entregan información valiosa sobre aspectos que hoy pueden parecernos pueriles pero que están directamente vinculados con las representaciones políticas de la época”, añade.

A través de la lectura que han hecho de las vestimentas, símbolos utilizados, estilos de marcha, consignas y gráficas visuales, han podido ir determinando si la Unidad Popular, como proyecto político, generó o no un espacio simbólico, en el entendido de que “la única manera de cohesionar a hombres y mujeres en torno a un proyecto es por la vía simbólica. Por lo tanto, el uso de imágenes, de ciertos mitos y metáforas, siempre será recurrente en las prácticas políticas, pues no sólo no hay política sin cuerpo, sino que tampoco hay política sin imágenes”, afirma Carlos Ossa.

¿Qué es lo que han encontrado hasta ahora?

Son imágenes que deslizan otras dimensiones de la Unidad Popular, asociadas al modo de filmar y estructurar el campo para construir cierta visualidad, muy ligado a una especie de necesidad de querer grabarlo todo en el entendido de que allí se está jugando algo demasiado importante. En ese contexto el valor de lo cotidiano como documento histórico se vuelve muy significativo y da pie a ver una serie de fenómenos que aparentemente desmitifican esa Unidad Popular trágica: esos mil días no fueron sólo caos, anarquía y conflicto político, sino que hubo una cotidianidad subyacente, hombres y mujeres participando de un movimiento popular anclado en cierta ingenuidad política que luego fue despedazado. Sin embargo, la repetición incasable de ciertos clichés visuales redujo todo el espacio visual de la Unidad Popular a un conjunto más o menos estandarizado de imágenes. Y estos otros materiales, con su carácter más ambiguo, muchas veces reiterado y otras veces esquemático y propagandístico, permiten instalar una curiosidad respecto de que algo más estaba ocurriendo ahí.

¿A qué se refiere, específicamente?

Ves una sociedad en movimiento que, comparada con la de hoy, sólo puede homologarse un poco con el hecho de que los únicos que están luchando dignamente por instalar otro horizonte ético en este país son los jóvenes. El resto hemos guardado un vergonzoso silencio o hemos asumido una postura de observadores tímidos y en muchos casos cobardes. Y es muy fuerte eso porque en esas imágenes ves un mundo que hoy ha desaparecido, el mundo popular. Y ese mundo popular no es el que hoy entendemos en el sentido socioeconómico: es un sujeto político que estaba consciente de la historia y que además tenía la ilusión de cambiar la estructura social de este país.

¿Cómo dialoga ese sujeto que describe con la ingenuidad política que vió en esas imágenes?

Está declarada en esa idea estética de sentirse eco de un proyecto. Eso se nota en la simbología, en la corporalidad, en la gestualidad, donde uno de los elementos más recurrentes son las marchas, que es la metáfora de la cohesión y de la unidad de un pueblo movilizado políticamente. Además, cuando la cámara abandona la multitud y se concentra en los rostros, aparece alguien que tú ya no ves. Y con esto no quiero idealizar a la Unidad Popular, sino dar cuenta de la impronta que tiene una sociedad cuando es articulada políticamente y dejar instalada esa diferencia porque creo que al ver estas imágenes no estás pensando en esa época con un carácter nostálgico, sino que esas imágenes, de alguna manera, están hablando del presente.

¿Ésa es una opinión que también comparten Verónica y Laura?

Digamos que sí y que no, porque efectivamente son lecturas generaciones diferentes, y no sólo por la edad, sino también por las experiencias y perspectivas. Pero en general, al mirar estas imágenes separadas del contexto ideológico que las induce, que las ilustra y que finalmente las devuelve a los clichés ya conocidos, uno mira de manera más espontánea. Evidentemente hay filtros y uno puede o no simpatizar con ciertas cosas, pero esta posibilidad de mirar las imágenes con intenciones menos rígidas hace que aparezcan esos otros elementos que no son muy contastantes pero que ayudan a leer. Finalmente, las imágenes no están hablando del pasado, están hablando del presente. Es decir, eso que está ahí sigue ocurriendo. Por eso que nosotros no las vemos como un archivo para construir la nostalgia de la Unidad Popular, sino como un archivo para preguntar por qué la desaparición de ese mundo hoy día nos permite entender el presente que falta. No necesitamos saber más sobre el pasado, sino qué pasó en el pasado que falta en el presente. Y yo creo que ése es el camino que uno debería asumir en un análisis de carácter más genealógico de las imágenes, no verlas como residuos o fragmentos de memoria, entendiendo la memoria como pura rememoración, como recuerdo. No es el recuerdo el que está en juego. Es decir, no estamos hablando de imágenes como reflejos de la realidad, representaciones miméticas o copias exactas de la realidad. No, son las imágenes las que dan sentido a la realidad.

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