Invitada por el Postítulo en Restauración del Patrimonio Cultural Mueble:

Carmen Usúa: "Más que restaurar, lo que hacemos es conservar"

Carmen Usúa: "Más que restaurar, lo que hacemos es conservar"

Desde que era una niña que a Carmen Usúa le encantaba el dibujo y la pintura, razón suficiente para que decidiera seguir la carrera de Licenciatura en Bellas Artes en la Facultad de BB.AA de San Fernando, Universidad Complutense de Madrid. Sin embargo, una vez estando allí descubrió la restauración, y supo de inmediato que para ella era más fascinante arreglar lo que otros artistas habían hecho para preservarlo para el futuro, que hacer su propia obra.

"Me enamoró el poder intervenir en una obra para que los demás pudieran disfrutarla y alargarla en el tiempo. La verdad es esto es maravilloso, porque el trabajo del restaurador es totalmente anónimo: no busca la fama, no firma y nadie, salvo los de tu gremio, saben si has intervenido, si has hecho o no. Pero poder decir, gracias a mí esta obra seguirá viéndose hoy, mañana, y la verán mis hijos y mis nietos, es lo que me fascinó", recuerda esta mujer que está de paso en nuestro país para dictar un curso en restauración de estructuras policromadas.

Para ella, la historia del arte fue fundamental en su formación como restauradora porque, como ella misma explica, "no puedes intervenir una obra si no la comprendes, no sabes de dónde viene y por qué se ha hecho". Siendo estudiante, debió cursar además cátedras como las de química y laboratorio, asignaturas que le resultaron más complejas porque venía de las letras. "Pero descubrí que la química me gustaba, de hecho, fui profesora durante dos años de química, y me encantó", agrega esta mujer que cree imprescindible para todo restaurador saber esculpir y pintar, y saber de pigmentos y colores, "porque todo eso lo vas a ver luego en lo que vas a restaurar".

Y así fue porque el primer trabajo que tuvo Carmen Usúa fue la restauración de unas pinturas para el Arzobispado de Madrid que estaban dentro de un convento, labor que hizo sin recibir remuneración pero que le permitió darse a conocer e iniciar así trabajos con obras particulares. Después comenzó a trabajar para el Museo de Navarra y la sección de bienes que los guía, y a partir de ahí, trabajos free lance donde intervenía en lugares. Por ello es que se ha visto obligada a especializarse en metales, cerámica, mosaico romano, pintura mural, pintura de caballete y escultura.

Pero el trabajo que ella recuerda con especial cariño fue el realizado en la Catedral de Tudela, en Navarro, donde estuvo un año contratada como restauradora de arqueología para sacar todas las piezas que encontraran: fragmento de pintura mural, piedra, anillos, monedas. "Es que cuando atacas el subsuelo de una catedral que tiene más de 800 años de historia, te puedes encontrar de todo", cuenta. En total, levantaron más de 800 enterramientos en conexión anatómica, aparte de otros removidos por la reutilización de la fosa, y dentro de una de las capillas principales, en el ápside de la Catedral, apareció un caballero medieval con todas sus pertenencias.

"Era del siglo XIV y la descomposición propia del cuerpo humano estaba en muy malas condiciones. No podíamos coger sus pertenencias tal cual porque se nos desprendía. Tuvimos que consolidarla previamente, con el esqueleto debajo, fotografiarla, medirla y hacer una cama semirígida a medida, de tal manera que una vez que yo tenía esa cama cosida con las vértebras del individuo, pudiera extraerla", cuenta aún emocionada.

Y agrega: "Lo que hicimos fue retirar los huesos que había alrededor, excepto la columna vertebral para poder sacarlo y darle la vuelta sin que se nos partiera. Cuando terminamos de excavar a ese individuo y extraer todos los elementos que tenía, hebilla, cinturón, hilo metálico de gorro, espuelas, limpiamos la fosa y nos sale otro debajo, pero esta vez con una espada todavía mayor y unas espuelas todavía más bonitas. Al final, el documentalista de la Catedral averiguó que eran padre e hijo. Y ese fue el trabajo con el que más satisfecha estuve".

"Lo fundamental es presentar respeto por lo que tienen en las manos"

Invitada por Johanna Theile, Coordinadora del Postítulo en Restauración del Patrimonio Cultural Mueble de la Escuela de Postgrado de la Facultad de Artes, Carmen Usúa permanecerá poco más de dos semanas en Chile para dictar el curso en restauración de estructuras policromadas, donde además de profundizar teóricamente en esta materia, recuperará junto a sus estudiantes objetos de la colección del Museo del Carmen de Maipú -tres Cristo en la cruz, un Cristo a tamaño casi natural, un pesebre y un San José-, para luego viajar a la sexta región de nuestro país y restaurar la virgen más importante y el escudo carmelita del Monasterio Benedictino de Rengo.

El trabajo de Johanna Theile le interesa desde que estudiaba en la universidad, y por ser experta en tratamiento de metales, una de las especialidades con las que Carmen Usúa trabaja para el Museo y el Gobierno de Navarra, tenía mucho interés por conocerla. Finalmente se pudieron reunir en Chile hace unos años, "y me pareció increíble que aquí no fuera tan conocida. En la Diputación Foral de Álava, la restauradora responsable de metales está al tanto de la carrera de Johanna, de sus artículos, de sus ponencias, de lo que hace en el Congreso Internacional de Metales Latinoamericano", cuenta Carmen Usúa.

Siguieron en contacto, manteniéndose al tanto de sus trabajos y apoyándose mutuamente, hasta que Johanna Theile le mencionó la necesidad de crear un curso de restauración de policromía que no se había dado en el Postítulo que coordina. "Me propuso si me interesaba y yo le dije encantada, y aquí estoy".

Tengo entendido que la primera parte de tu curso tiene que ver con profundizar los conocimientos que los estudiantes ya tienen en policromía.

Aquí les han enseñado sobre estructura de madera y esos conocimientos están totalmente subsanados y cubiertos. Pero la idea es que cuando ellos se enfrenten a una escultura de madera policromada, sepan cómo se hace, por qué esa madera y no otra, por qué se cortaba así, cómo se curaba, cómo se preparaba la imprimación, cómo se preparaba el color, cómo se doraba, cómo se enriquecía con los estofados, cómo se protegía. Una vez que conocen la técnica de cómo se hacía, dar un salto en el tiempo para saber por qué ha llegado así hasta nosotros: ¿Mala conservación, mala ejecución de los materiales que han puesto, por la naturaleza intrínseca de la madera o los materiales que han utilizado, por vandalismo? Sólo una vez que sabemos el por qué, podemos solucionarlo. Pero para llegar al proceso de restauración tienen que tener un conocimiento previo, y en eso se basa este curso.

¿Todo eso en una semana?

En una semana porque es gente muy preparada, y ellos pueden asimilar perfectamente todos los conceptos que yo les pueda dar. Entonces, la mitad del curso es teórico, donde todo lo traigo escrito y fotocopiado para que no pierdan el tiempo escribiendo, con un turno de dudas al final y la mitad de la mañana práctica. Cada pieza tiene una patología y un tratamiento distinto, y las van a atacar y resolver. También me encargué de los criterios, porque no es lo mismo restaurar una pieza de colección que una pieza que va destinada al culto, y eso también lo van a tener que distinguir. ¿Dónde parar una restauración o dónde empezar? Son conceptos que ellos ya tienen claros, pero que hay que ampliar en lo que es policromía sobre madera.

Pero, ¿qué es lo fundamental que tienen que saber una vez que finalice la parte teórica?

A mí me gustaría que en todo momento presentaran respeto, no miedo, por lo que tienen en las manos. Siempre digo que la mejor restauración es la que no se hace. Cuando te encuentras tallas enteramente repintadas y repolicromadas, que parecen muñecos de cera, le quitas la dignidad a la pieza y es una falta de respeto no sólo a quien la hizo, sino al tiempo que lleva con nosotros. A mí me gustaría que al final del curso no sólo aprendieran a saber identificar una alteración y por qué se ha hecho, porque ese es el 90 por ciento del tratamiento y entonces sabrás qué aplicarle, sino que aprendan a respetar lo que tienen entre manos, y saber dónde parar una intervención.

¿Ese límite se ha traspasado?

Muchas veces, pero no por los profesionales porque me consta que tanto aquí como en las universidades españolas preparan muy bien a la gente. Se les aportan criterios y un código deontológico ante cualquier obra, y me consta que es así. En Europa llamas al restaurador, que ya tiene su sitio dentro de la sociedad, y sabes que una pieza de cierto valor no la puede tocar cualquiera. Pero sí es cierto que todo el mundo que pinta bien o que se encuentra un poco habilidoso, piensa que tiene la capacidad de devolver una imagen a un estado digno, y eso es mentira porque utiliza productos que son irreversibles, perjudica directamente a la talla y además le quita su dignidad. Me he encontrado con restauraciones o repintes de los años 20 y 50, sobre todo del siglo XIX, donde no había conceptos claros y son barbaridades.

¿Esas barbaridades pueden ser recuperadas?

Muchas de ellas no. Lo único que se puede hacer cuando una pieza realmente está alterada con una intervención desgraciada, es intentar disimular en lo posible esa intervención. El concepto de que una pieza restaurada pierde valor viene de esa época. Los anticuarios decían ¿es restaurada? Pues va a bajar un 20 o un 30 por ciento de valor. Ahora, en una subasta te ponen inmediatamente en contacto con el restaurador una vez que esa pieza haya finalizado su compra, y no pierde su valor. Entonces, nosotros más que restaurar, conservamos. Es que la conservación tiene un límite, y ese límite es donde empieza la restauración. Si a una pieza se le cae la policromía y tú tienes que consolidar, eso es conservar. Si una pieza tiene una grieta, se le está cayendo un brazo y la tienes que pegar, eso es conservar. Si a ese brazo le falta un dedo y tú se lo pones, eso es restaurar. Si a esa pérdida le pones reparaciones y policromía, estás restaurando. Pero si no le pones policromía, no la reintegras y solamente la consolidas, estás conservando.

¿Has tenido la posibilidad de ver las piezas con las que van a trabajar?

Sí, y hay de todo. Hay piezas antiguas y me ha sorprendido la calidad de las que han traído. Muchas de ellas están solamente para consolidar, porque hay que respetarlas y no quitarles su dignidad. Tienen su historia, su antigüedad y hasta su degradación forma parte de ellas. Y muchas son para consolidar. Limpieza superficial la mayoría, salvo en algunas que habrá que hacer una limpieza profunda por lo cual podrán ver todas las fases y supuestos de cualquier intervención. Yo creo que van a tocarlo todo, porque tienen desde injerto, reposición volumétrica, limpieza. Van a ver todo.

Cuando los estudiantes vean las piezas, ¿serán capaces de saber qué se restaura y qué se conserva?

Yo voy a estar pendiente, lógicamente, de hacerles ver esa diferencia. Pero estoy convencida de que lo van a saber identificar porque como te he dicho, son gente que ya tiene un bagaje, una especialidad, y no van a tener ninguna complicación. Además, precisamente el miedo que tienen de intervenir esas piezas dice mucho del respeto que les tienen.

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