Estudiante de Licenciatura en Teoría e Historia del Arte y miembro del Comité Editorial Revista Punto de Fuga:

Nicolás Trujillo: "Punto de Fuga es una responsabilidad para los estudiantes"

"Punto de Fuga es una responsabilidad para los estudiantes"

"Lecturas del Arte Latinoamericano" fue el eje del I Encuentro de Estudiantes de Historia del Arte y Estética que organizaron los estudiantes de Licenciatura en Teoría e Historia de Arte de la Universidad de Chile a fines del año pasado. "Lecturas del Arte Latinoamericano" también es el tema central del tercer número de la Revista Punto de Fuga, publicación de los mismos estudiantes que en esta oportunidad reunió las dieciséis ponencias que se presentaron en el marco de ese primer encuentro y que giraron, desde distintas perspectivas, sobre ese gran tema.

"Problemas de la crítica del arte actual: Copiar el Edén", "Anotaciones sobre 'Chile hoy'. Elementos para una posible lectura", "La integración del arte Latinoamericano: Consumación de la autonomía", "La estética creada en el Círculo de Bellas Artes en Venezuela" y "El realismo mágico en la obra de Ángel Peña" son los nombres de sólo algunas de las ponencias presentadas por estudiantes y egresados de distintas casas de estudio que participaron en esa primera actividad, y que hoy forman parte de esta publicación presentada por la académica Soledad Novoa en el marco del II Encuentro de Estudiantes de Historia del Arte y Estética.

"Los textos tienen un nivel sumamente interesante y me parece que hay una diversidad de temas que de algún modo van constituyendo unas problemáticas que también creo que son importantes de abordar dentro de nuestra propia disciplina. En general, es un trabajo -lo voy a decir en estos términos- muy efectivo y eficiente, y además muy fructífero", señaló en esa oportunidad la profesora del Departamento de Teoría de las Artes.

Nicolás Trujillo, estudiante de III año de Licenciatura en Teoría e Historia del Arte y que junto a Claudio Guerrero, Alma Molina, Kaliuska Santibáñez, Ignacio Szmulewicz, Cristóbal Vallejos y Felipe Vial conforma el Equipo Editorial de la Revista Punto de Fuga, explica que "la publicación buscaba darle un lugar a ese Encuentro para que quedara un registro. No es tanto un soporte de consolidación de trabajos, sino más bien una responsabilidad para los estudiantes, que se sientan parte de un proyecto en el cual pueden participar y aprender también. Un lugar de aprendizaje del trabajo editorial, de organización y de gestión".

Con él conversamos acerca de esta publicación patrocinada y auspiciada por el Departamento de Teoría de las Artes y el programa de Magíster en Teoría e Historia del Arte y que, al igual que los Encuentros de Estudiantes de Historia del Arte y Estética, surgió por la inquietud que algunos estudiantes tenían al respecto.

Nicolás, ¿qué te pareció el nivel de los textos que forman parte del tercer número de la Revista Punto de Fuga?

A nivel de textos hay una transversalidad bastante evidente en cuanto a los temas y los estilos de escritura o enfoques disciplinares que tiene cada uno. Por ejemplo, te encuentras con textos que provienen desde la filosofía y que fueron, digamos, readaptados y situados dentro de ese contexto. Ello es importante porque la revista tiene como uno de sus objetivos principales ser un lugar de encuentro plural que no se reduzca simplemente a los estudiantes de Teoría, sino que se expanda también a estudiantes de otras disciplinas. Eso fue lo que se trató de hacer este año con el II Encuentro, con un tema mucho más transversal que podía abarcarse desde distintas perspectivas. Por ejemplo, un integrante del Comité Editorial, Felipe Vial, hizo una ponencia sobre políticas culturales, un análisis a la Ley Valdés. Leí su texto y, dentro de la tópica común, se desmarcaba totalmente. Él es abogado y se notaba un manejo del lenguaje muy diferente, de los conocimientos y de las maneras de comprender el arte que es inédito.

¿Eso también sucedió con los textos que forman parte de este número de Punto de Fuga?

En el primer encuentro no se notaba tanto la pluralidad de escrituras pese a que había textos de filosofía o historia, por ejemplo, pero este año estuvo mucho más marcado. Creo importante destacar también la participación de las estudiantes de Venezuela porque la manera que ellas tenían de trabajar sobre las obras de arte es muy diferente a cómo se trabaja acá.

¿Por qué?

Porque aquí los estudiantes estamos acostumbrados a trabajar desde la teoría del arte, la crítica y la filosofía, una historia del arte mucho más abierta. Ellas trajeron una propuesta más formal y ceñida a los análisis canónicos de lo que se hacía en la historia del arte. Me refiero a la historia del arte formalista, por ejemplo, una historia del arte preocupada de los temas locales y que trata de dar cuenta de algo así como problemáticas de lo propio, de la identidad latinoamericana, venezolana en su caso. Estas personas trajeron esas metodologías, por decirlo así, desligadas de toda esa connotación política que hay en Chile, una metodología súper útil en términos iconográficos en cuanto a cómo aproximarse a las obras, por ejemplo. Muchas veces uno comete el error de aproximarse desde la teoría y la sobreabundancia de discursos, y deja de mirar las obras, un tema que preocupa a varios estudiantes de mi carrera y de mala manera. Son críticos respecto a eso, de cómo los discursos de repente avasallan a la obra de arte. En ese sentido, me pareció que la presencia de ellas fue bastante importante, y también porque estudiantes de la misma universidad participaron este año y ya venían con ciertos conocimientos de cómo se trabaja acá. Uno de los comentarios que hicieron fue que les sorprendió la apertura de la historia del arte chilena, una cuestión que decían que en Venezuela no se ve mucho.

¿Sorprendidas para bien?

Absolutamente. De hecho, quedaron muy entusiasmadas con el programa de Magíster que hay acá y también con acercarse más a la escena local en cuanto a historia del arte y discurso. Lo otro que me pareció interesante de esta revista es que, de alguna manera, dejas situado un espacio en el cual se da cuenta del diálogo que se arma entre las universidades. Es que también había estudiantes de la Universidad Católica, por ejemplo, y estudiantes del Magíster que vienen de otras universidades y disciplinas. Me parece muy constructivo que ese espacio quede situado.

¿Había, de alguna forma, un discurso marcado que dependía de la universidad de la que provenían los autores de los textos?

Eso es más difícil de identificar, pero en el caso de la Universidad de Chile uno identifica qué discursos salen de nuestra Universidad. Hay una particularidad retórica y discursiva propia de nuestra Escuela y que tiene que ver con el legado o herencia post estructuralista que se mantiene. Me refiero no sólo a las maneras de escribir, sino también a la manera de pensar a las obras de arte. Por ejemplo, vino un estudiante de la Católica con un discurso mucho más disciplinar y riguroso sobre la obra de Ercilla, La Araucana. Si lo escuchabas, te dabas cuenta que era mucho más ceñido a lo que es metodología histórica. Entonces, dependiendo de la universidad de donde vengan se pueden ver las diferencias, lo que es muy enriquecedor porque también te permite ampliar tus propios horizontes. Muchas veces pasa que si te quedas en un lugar, terminas pensando que es el único lugar que hay. Pero hay otras maneras de trabajar, otras voces y maneras de pensar, y me parece muy valioso que el Encuentro haya sido el lugar donde se pueda albergar eso. Es un plus para que se siga haciendo.

¿Notas en la pluma de los estudiantes la presencia, por ejemplo, de estilos aprehendidos de los propios profesores o de un discurso establecido?

Claro, y también el intento de los estudiantes por desligarse de eso, por menos en lo que respecta a mi generación. Incluso en generaciones anteriores también. Recuerdo el trabajo de Pablo Berríos sobre Copiar el Edén, bastante crítico, con un lenguaje duro y directo. Eso también da cuenta de un trabajo propio de parte de ese estudiante porque está el intento por buscar un lenguaje o visión propia respecto de lo que se está leyendo, y eso se ve reflejado en el Encuentro.

Es que tanto el Encuentro como la publicación permitiría a los estudiantes, eventualmente, arriesgarse un poco más a la hora pensar en qué y cómo escribir.

Creo que sí. El mismo hecho de que haya un Encuentro es un impulso para que los estudiantes comiencen a crear sus propias visiones o discursos, evidentemente, discursos bien fundamentados. Esa es la gracia del Encuentro porque no se seleccionan ensayos en los cuales hay poco trabajo de parte de los estudiantes. Por ejemplo, un estudiante de otra universidad me preguntó por el Encuentro de este año y me dijo que había postulado al anterior pero que no lo habían aceptado. Conversando con él me di cuenta que él tampoco tenía conocimientos cabales respecto a lo que estaba escribiendo, sobre Neo Barroco. Le pregunté por autores comunes y corrientes, y me dijo que en ese tiempo no tenía esos conocimientos. Estaba cojeando en ese sentido. Por eso me parece muy bien que el Encuentro tenga ese pie forzado para que los estudiantes se sientan con la responsabilidad de hacerse cargo de sus propios discursos.

Así como ustedes de lo que están publicando.

También. Que el encuentro se consolide en una publicación hace ya que los estudiantes que participen tengan cierta conciencia de lo que están escribiendo, lo que es obvio. A nadie le gusta publicar tonteras, malos borradores.

Y que pasen 10 años y te de vergüenza el texto que publicaste.

Eso es inevitable. Creo que pasa mucho más con la Revista que con este número especial. Es muy común que la primera vez que los estudiantes publicaron estén contentos, así como disconformes con ello al año siguiente. Pero eso también es bueno porque la revista ha permitido que se den cuenta de la responsabilidad que hay detrás de publicar. Es importante que Punto de Fuga se consolide como esa responsabilidad de parte de los estudiantes para que no se sientan como seres vacíos dentro de esta escuela, sino que se hagan cargo de lo que implica estudiar, leer y escribir.

¿Y eso queda manifiesto en el tercer número de Punto de Fuga?

Yo creo que sí. No queda manifiesto como discurso profesional, pero sí como discursos que están intentando aprender, donde se nota un intento por hacer las cosas bien, pero la idea es que los estudiantes realmente tomen conciencia de cuál es la responsabilidad de dedicarse a estudiar arte. Sacar esa visión prejuiciosa que tiene el común de la gente de que estudiar arte es escribir las impresiones subjetivas que uno tiene respecto de la obra.

La crítica impresionista.

Claro, y que hoy en día en el diario se mantiene. Me parece que el Encuentro es una buena instancia para que los estudiantes se den cuenta de la responsabilidad y el trabajo que hay por hacer en lo que respecta a las artes nacionales y a las problemáticas estéticas y teóricas que puedan ir surgiendo en el camino.

La Revista Punto de Fuga puede adquirirse en el Departamento de Teoría de las Artes, ubicado en Las Encinas 3370 (teléfono 9787524), y en el Centro de Ventas de la Facultad de Artes, ubicado en el primer piso de la sede Alfonso Letelier Llona, en Compañía 1264 (teléfono 9781391).

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